miércoles, 2 de marzo de 2011

Crónica de un reten.

Está crónica ya es de un evento pasado, pero de cualquier manera me parece interesante publicarlo. Son cosas que pasan que NO deberían de pasar.
Nos bajaron del carro y nos esculcaron.
Lo más normal después de ir a la Universidad es trasladarse a Torreón. Lo más normal para alumnos de la ULSA que viven en esta ciudad. Ya hay caminos establecidos por dónde irse a casa y el más común es siempre el que está rodeado de policías federales.
Encapuchado, el policía nos pidió que nos detuviéramos. Accedimos. Nos dio la instrucción de bajarnos del carro, desconcertados, accedimos.
Comenzó a esculcar bolsas y partes del vehículo, papel higiénico que estaba tirado en la superficie del automóvil, lo tomó casi asegurando que se encontraba droga o algo ilícito en el interior del auto.
Lo irónico es que el carro en el que íbamos era un pointer sin vidrios polarizados, con placas, completamente normal y mientras nos hacían el chequeo pasaron más de dos camionetas con vidrios polarizados, blindadas y con hombres solos conduciendo el vehículo.
Sin embargo no podíamos decir ni alegar nada, su rifle intimidaba a cualquiera, menos a él.
Afortunada o desafortunadamente mi padre iba pasando en su camioneta por el mismo rumbo. Todos nos sentimos seguros al ver que se bajaba, hasta que comenzó a hablar.
- “¿Por qué detiene a mis hijos, que acaso les ve cara de bandidos?” - le dijo mi papá al policía. El oficial, aunque no se le veía el rostro, su actitud era de completa perplejidad, - “¿Son sus hijos?” - , “Si” – contesto mi padre. – “Si son mis hijos, deme una identificación y un documento dónde me explique que este reten es de rutina, o deme una explicación de por qué los detuvo”
El policía le dijo que aquí quienes pedían identificaciones eran ellos y no los ciudadanos. “Los ciudadanos ponemos nuestra confianza en ustedes y ni siquiera sabemos quiénes son” – Fue la respuesta que recibió el federal.
Cada vez levantaban más la voz, las palabras eran más intimidantes que el arma del federal, quién exigía respeto tan sólo con la mirada.
Hay policías federales que han tratado de extorsionar personas, sembrándoles droga o simplemente pidiéndoles “mordida” para dejarlos ir – fue algo más que le reclamo mi papá al federal.
Eso usted no lo puede comprobar – le dijo enérgicamente el oficial.
Para su sorpresa si lo podía comprobar, no sólo porque le constaba, sino porque tenía una grabación que había hecho con su Ipod de aquel acto corrupto.
La voz del oficial ya era diferente a como nos había recibido, ya no había palabras secas y exigentes, incluso había ahora un poco de amabilidad.
Nos dejó ir.
No supimos que temimos más al final, si el reten o el ataque aunque certero, impulsivo de mi papá.

- Cristina García.